Trick or TREAT?

Contextualizando el ‘hype’ de la ventana de alimentación

Puesto que, aparentemente, esto de la nutrición va sobre la última tendencia, seguro que has oído hablar de personas que se ‘saltan’ voluntariamente las comidas y restringen su "ventana de alimentación" para perder peso. Aunque en teoría parece razonable pensar que limitar el número de veces que se come al día hará que se ingieran menos calorías, siempre debemos ser escépticos y esperar a que las pruebas basadas en evidencia confirmen las especulaciones. Resulta que esta estrategia podría no sólo no ser óptima, sino que ni siquiera sería necesaria para perder peso. Hoy echaremos un vistazo a uno de los últimos ensayos controlados aleatorizados sobre el tema, que aborda la cuestión: ¿Cuál es el efecto de la alimentación restringida en el tiempo (ayuno intermitente) sobre la pérdida de peso?

 

El estudio TREAT fue un ensayo controlado aleatorizado que examinó los efectos de la alimentación restringida en el tiempo (TRE; una forma de ayuno) sobre la pérdida de peso en sujetos con sobrepeso. La publicación de este estudio fue relevante dentro de la comunidad científica, porque la mayor parte de la investigación sobre TRE proviene de ensayos con un solo brazo de intervención, investigación mecanicista en modelos animales y revisiones narrativas que exageran este protocolo hasta el punto de afirmar su superioridad sobre las estrategias convencionales de pérdida de peso continua.
105 participantes completaron un protocolo de 12 semanas en el que o bien comían 3 comidas al día (CMT) de forma convencional (desayuno - comida - cena) o se saltaban el desayuno y comían sólo 2 comidas de 12:00 a 20:00 (TRE). La intervención en sí era de naturaleza conductual, es decir, no se proporcionaban a los participantes los valores de macronutrientes ni de calorías (ad-libitum), sino sólo los horarios en los que podían ingerir alimentos. La mayoría de las veces, así es como se promulga la realización del ayuno intermitente, y como tal, debe ser explorado en un ensayo de la misma manera. Los valores de masa corporal se tomaron en una báscula conectada a los investigadores vía Bluetooth para evitar sesgos de reporte. También se tomaron otros biomarcadores de interés (glucosa, insulina...) y mediciones de la composición corporal (masa grasa, masa libre de grasa...) en un subgrupo de la cohorte del studio.

¿Cuál fue el resultado al final de la intervención? Ambos grupos perdieron poco peso, sin observarse diferencias estadísticamente significativas entre los grupos CMT y TRE. Además, el grupo TRE presentó pérdidas de masa corporal magra (LBM), pero éstas no fueron significativas cuando se compararon con las pérdidas del grupo CMT. Vamos a intentar tener una visión más holística de lo que ocurrió: La adherencia a las intervenciones dietéticas y conductuales es clave para garantizar una comparativa sólida entre las mismas. La Figura 1 que aparece a continuación ilustra, aunque no de forma muy clara, cómo evolucionó esta variable a lo largo del estudio. La adherencia autodeclarada del grupo CMT fue del 92,1% (no se saltó ninguna comida) frente al 83,5% (comió sólo durante la ventana especificada) en el grupo TRE. Podríamos plantear la hipótesis de que, dado que el grupo TRE se adhirió ligeramente menos a la intervención, el déficit calórico inducido de forma natural por la restricción de la ventana de alimentación en este grupo tendío a acercar los resultados hacia la nula., produciendo así el resultado observado. Sin embargo, esos valores de adherencia para una intervención ‘free-living’ son bastante buenos si se comparan con lo que se suele ver en otros ensayos del estilo, por lo que creo que no deberíamos criticar fuertemente este aspecto del ensayo.

Figure 1. Reporte de la adherencia diaria (Lowe et al. 2020)
Las figuras más compartidas de este estudio son las Figuras 2 y 3, que representan el % de cambio de peso en cada brazo de intervención. Al observar el gráfico, uno podría verse tentado a concluir que los cambios de peso individuales son heterogéneos, ya que algunos sujetos pierden peso mientras que otros lo ganan, y que lo que funcionó para algunos, podría no funcionar para todos. La verdad es que los ensayos controlados aleatorizados tienen la capacidad de comparar la superioridad o no inferioridad de diferentes intervenciones, pero no pueden evaluar de forma fiable las respuestas individuales al tratamiento. Por lo tanto, lo que debe compararse son los valores medios de los grupos, que en este caso no muestran diferencias estadísticamente significativas entre ellos.

Figure 2 y 3. Porcentaje de cambio de peso corporal. (Lowe et al. 2020)

Hay poco que discutir sobre los desenlaces secundarios, ya que las diferencias fueron bastante pequeñas para la mayoría de los biomarcadores en el subgrupo de la cohorte, con la excepción de algunas variables de composición corporal como la LBM, que se redujo notablemente en el grupo TRE pero no alcanzó significación estadística cuando se comparó con el grupo CMT. Lo más curioso es que el cambio en el agua corporal total no explicó todas las pérdidas de LBM, por lo que es muy probable que se produjeran pérdidas en el tejido real durante la intervención de 12 semanas. La masa magra apendicular (ALM) es también una medida relevante de la fuerza muscular esquelética de las extremidades inferiores, que se redujo significativamente en el grupo TRE y en comparación con el grupo CMT. Dada la importancia del mantenimiento de la masa magra y la fuerza durante una fase de pérdida de peso, aunque los resultados no son extremadamente claros, es difícil apostar por la TRE como la mejor opción para la pérdida de grasa.
¿Cuáles son las implicaciones de todo esto para población deportista? Ya hemos aclarado en un par de ocasiones que los resultados de la mayoría de los estudios sobre pérdida de peso no son directamente aplicables a los atletas, ya que la muestra del estudio difiere de ellos en muchos aspectos relevantes. En este caso, no tenemos información sobre la actividad física diaria o la ingesta de macronutrientes (que es relevante para el rendimiento deportivo) en los pacientes del estudio. Si un atleta se adhiriera de forma consistente a un protocolo de TRE para la pérdida de peso, habría que sopesar el riesgo de pérdida de LBM, y prestar algo más de atención al cumplimiento de los objetivos energéticos, de proteínas y carbohidratos en su plan nutricional.

PUNTOS CLAVE

  • La alimentación restringida en el tiempo, también conocida como ayuno intermitente, y un patrón de alimentación continua, como intervención conductual, son igualmente eficaces para controlar el peso corporal.
  • La alimentación restringida en el tiempo podría aumentar el riesgo de pérdida de masa corporal magra (masa muscular) en condiciones de restricción energética.
  • No hay ventaja aparente de la alimentación restringida en el tiempo sobre las comidas continuas en algunos de los marcadores de función metabólica más comunes
  • La alimentación restringida en el tiempo no parece ser un patrón óptimo de distribución de las comidas para los deportistas cuyo objetivo es mejorar la composición corporal por diversas razones

Referencias

Autor

Mario García Martínez-Gómez

    • Graduado en Nutrición Humana y Dietética

¿Qué nos dice el estudio MATADOR?

Uno de los fenómenos más comunes que observamos en las dietas de larga duración es la tendencia de la curva de pérdida de peso a aplanarse. Una amplia gama de mecanismos homeostáticos son los responsables de esto. El estudio MATADOR tenía como objetivo proporcionar un enfoque diferente a las estrategias convencionales de pérdida de peso para aumentar la eficiencia de la misma y evitar posibles rebotes a largo plazo. Este estudio nos proporciona multitud de herramientas practicas y conocimiento teórico que extraer. ¿Es un protocolo de restricción de energía intermitente (IER) superior a una restricción de energía continua (CER) más "convencional"?

La hipótesis está servida, así que ahora supongo que tendrás que leer abajo para averiguarlo.

El estudio MATADOR fue uno de los primeros en abordar esta cuestión. El razonamiento detrás de la viabilidad de un IER reside en el potencial alivio fisiológico y psicológico causado por el retorno a las condiciones de mantenimiento energético de vez en cuando. Mantener a un sujeto en condiciones de restricción de energía durante un largo período de tiempo puede tener efectos perjudiciales tanto en su adherencia como en el cumplimiento del tratamiento dietético. Dado que las mencionadas anteriormente son variables clave para lograr una pérdida de grasa satisfactoria, la premisa de este estudio es bastante atractiva tanto para los investigadores como para los practicantes.

51 hombres que padecían obesidad se inscribieron en un CER de 16 semanas o en un IER de 30 semanas. Hubo un protocolo de estabilización de peso de 4 meses antes de la intervención para evaluar adecuadamente las necesidades calóricas de mantenimiento de cada individuo, así como un protocolo de 8 semanas después de la intervención donde los sujetos volvieron a condiciones de mantenimiento energético. La metodología de este estudio puede ser un poco confusa, por lo que la siguiente figura lo resume visualmente.


La magnitud del déficit en ambos grupos fue moderada (33% de restricción del gasto energético en reposo [REE]) y no se fomentó la actividad física, pero se vigiló inicialmente para atender adecuadamente las necesidades de mantenimiento basales

Con toda esta información en mente, veamos cuáles fueron los resultados: El grupo que siguió el protocolo IER perdió más peso que el que siguió un enfoque CER. También se puede observar una disminución más pronunciada de REE en el grupo de CER en comparación con el grupo de IER. Después del estudio, se hizo un seguimiento de los participantes para abordar los cambios en el peso después de un período de 6 meses de forma ad libitum. Ambos grupos aumentaron de peso, pero a pesar de que los participantes en el IER perdieron más, no mostraron una mayor tendencia a un ‘rebote’. Esto es bastante relevante ya que la mayoría de los estudios que examinan los efectos de una intervención de pérdida de peso frente a otra, carecen de la duración suficiente para observar posibles recuperaciones de peso en sus últimas etapas.

Entonces, ¿el IER es realmente superior a un enfoque convencional? Con estos datos a mano es bastante difícil no estar tentado de concluir con tal afirmación. Por lo tanto, examinemos los resultados un poco más de cerca.

La adherencia al protocolo es probablemente el factor determinante: La duración de la intervención no fue la misma en ambos grupos, aunque es bastante simple de entender que se hace por razones metodológicas (se necesita más tiempo para implementar períodos de mantenimiento energético de manera que el tiempo proporcional en la restricción energética sea igual entre los grupos). Además, aunque los autores estimaron las necesidades de mantenimiento de los participantes al principio del estudio, éstos perdieron algo de peso durante el período de 4 semanas basal, lo que nos hace preguntarnos si se cumplieron condiciones de mantenimiento energético reales en el grupo IER durante los períodos estimados, y si el método que utilizaron para estimar sus necesidades basales era lo suficientemente fiable. Además, en términos de cumplimiento, es mucho más fácil adherirse a una restricción severa (33%) combinada con mantenimiento de 2 semanas de forma cíclica, que hacerlo de manera lineal. El inconveniente aquí es que no tenemos datos sobre la adherencia dietética al protocolo de los participantes. También se pueden observar altas tasas de abandono (51 participantes comenzaron el estudio, pero sólo 27 lo terminaron), así que nuestra teoría a favor de la adherencia está empezando a parecer más sólida.

El siguiente gráfico representa los cambios de peso de los participantes a lo largo de la duración del estudio. Hablando a favor del IER, es cierto que el rebote de peso fue significativamente menor en este grupo, y la mayoría de los participantes en el grupo del CER recuperaron la mayor parte de su peso después de los 6 meses de seguimiento.


¿Qué hay de los cambios en la composición corporal? La pérdida de masa grasa fue superior en el grupo IER ya que la pérdida de peso fue mayor, y se informó que los cambios de masa libre de grasa fueron pequeños y similares entre los grupos.

¿Cómo podemos aplicar estos resultados en los atletas? No debemos olvidar que la mayor parte de la investigación en este área se realiza en poblaciones no atléticas como individuos con sobrepeso u obesidad, por lo que variables como el aumento de la actividad no relacionada con el ejercicio (NEAT) y un programa de entrenamiento estructurado podrían haber devuelto resultados diferentes para este mismo protocolo de estudio.

Teniendo en cuenta los valiosos datos que este estudio nos ha proporcionado, se puede implementar un protocolo de IER en sujetos en los que dos factores se cumplan: La adherencia al plan nutricional puede ser un limitante para seguir observando resultados en el medio-largo plazo y dicho protocolo se acuerde previamente con el paciente/cliente.

¿Y si usamos una proporción diferente para las pausas de la dieta? ¿Qué pasa si los sujetos se dedican con frecuencia a cualquier tipo de entrenamiento? ¿Y si se utilizara un déficit calórico más modesto en el CER durante un período de tiempo más largo? Espero que podamos encontrar la respuesta en futuras entradas de blog.

PUNTOS CLAVE

  • La restricción energética intermitente fue superior a la restricción de energía continua para la pérdida de peso y masa grasa.
  • La restricción energética intermitente también llevó a una menor recuperación de peso después de la intervención
  • Este estudio tuvo varias limitaciones, como la escasez de datos sobre el cumplimiento de los participantes (altas tasas de abandono) o la falta de actividad física o ejercicio notificados.
  • Ciertos atletas pueden beneficiarse de este enfoque para la pérdida de peso, con posibles resultados favorables en la composición corporal.

Referencias


Impacto de la ingesta de carbohidratos durante el ejercicio en el glucógeno muscular

El glucógeno muscular comenzó a ser ampliamente estudiado en la década de los sesenta por medio de la realización de biopsias musculares, las cuales permiten extraer una muestra de tejido y por medio de distintos tratamientos conocer las concentraciones de glucógeno. Como bien sabemos, los carbohidratos (CHO) son principalmente almacenados en dos grandes depósitos de glucógeno, como son el hepático y el muscular. El consumo de carbohidratos durante el ejercicio ha mostrado mejorar el rendimiento deportivo. De manera que contamos con directrices para la ingesta de carbohidratos en base a la duración del ejercicio realizado (1). Tras la realización de un ejercicio se recomienda el consumo de CHO para la reposición de glucógeno muscular (2), pero la mayoría de estas recomendaciones están basadas en estudios en los cuales se indica la realización de reposo. En el presente artículo se hará una revisión de la literatura buscando responder la siguiente pregunta: ¿Puede producirse la síntesis de glucógeno durante la realización de ejercicio?

Como se ha visto en algunos estudios, el consumo de CHO durante el ejercicio puede conducir a distintos resultados. En algunas ocasiones puede llevar a la síntesis de glucógeno muscular, mientras que en otras ocasiones puede llevar al ahorro de glucógeno, y en otras puede no influir en el glucógeno muscular en comparación con la no ingesta de carbohidratos, es decir no ahorrar glucógeno.

En esta ocasión se analizará en profundidad los factores pueden llevar a esta discrepancia en los resultados, y en que condiciones se ha observado que puede ocurrir la síntesis de glucógeno. El primer estudio en investigar la influencia de la administración de CHO durante el ejercicio en el glucógeno muscular fue realizado por Bergstrom y Hultman (3) en el cual se estudió la realización de ejercicio a una pierna sin la administración de CHO, y se comparó con la posterior realización de ejercicio con la otra pierna. En esta segunda ocasión se administró de 20 a 50 ml de infusión intravenosa de una solución de glucosa al 50% previo al ejercicio, y posteriormente infusión continua de 800-1000 ml de una solución de glucosa al 20% durante los 60 minutos de ejercicio, aportando un total de 170-210 g de CHO. Tras la realización del ejercicio, se observó una menor utilización del glucógeno muscular en la pierna que había realizado ejercicio con la infusión de glucosa. Sin embargo, se debe tener en cuenta que las cantidades administradas fueron muy altas en comparación con las ingeridas en la práctica deportiva (0.5-1.5g/min). Fueron administradas vía intravenosa, lo cual evita el paso de los CHO aportados por el tracto digestivo (se debe tener en cuenta que cuando mencionemos que la administración de carbohidratos se realiza por esta vía en un estudio, se evita el paso de los mismos por el sistema digestivo, por lo que es difícil extrapolar estos resultados al consumo en la práctica diaria). Además, para el tratamiento de la muestra extraída por medio de la biopsia muscular, y en particular para la precipitación proteica, se utilizó ácido tricloroacético, que puede llevar a una subestimación de las concentraciones de glucógeno muscular (4). Posteriormente, Hultman et al (5) estudiaron la realización de un ejercicio de depleción de glucógeno a una pierna, seguido de la realización de un ejercicio de dos horas de duración a moderada intensidad con ambas piernas, durante el cual se realizó infusión de glucosa de manera continua. Al finalizar la primera hora de ejercicio, se observó que en la pierna que permaneció en reposo (que comenzó el ejercicio con mayores concentraciones de glucógeno) se produjo una disminución en las concentraciones de glucógeno, mientras que en la pierna que previamente había realizado el ejercicio de depleción, se produjo un incremento en las concentraciones de glucógeno. Durante la segunda hora se observaron incrementos en las concentraciones de glucógeno en ambas piernas, siendo este el primer caso documentado en el cual incrementaron las concentraciones de glucógeno durante el ejercicio (figura 1).

Figura 1. Cambios en las concentraciones de glucógeno muscular durante un ejercicio de moderada intensidad en el cual se realizó infusión de glucosa (n=2).

Aunque en este estudio se indica que el ejercicio fue de moderada intensidad, no se especifica claramente la intensidad del ejercicio (dado que debería expresarse relacionada a otro parámetro), no se especifica la cantidad total de glucosa administrada mediante infusión, y también se debe considerar que ésta se realizó por vía intravenosa.

En el siguiente estudio se aportaron carbohidratos por medio de una bebida. Se encontraron resultados similares. Bonen (6) estudió los cambios en el glucógeno tras la realización de un ejercicio en cicloergómetro con ambas piernas con la finalidad de inducir gran depleción de glucógeno (>80%) en un grupo, una pequeña depleción de glucógeno (<35%) en otro grupo, y un grupo sin depleción de glucógeno (que no realizó el ejercicio inicial), previo a un ejercicio a una pierna, de 4 h de duración al ~20% VO2max. Además, dentro de cada grupo, se indicó a una parte de la muestra que realice reposo tras la realización del ejercicio inicial, conformando así los grupos con las siguientes condiciones: gran depleción de glucógeno + reposo (GD+R), gran depleción de glucógeno + ejercicio a una pierna (GD+EJ), depleción de glucógeno reducida + reposo (PD+R), depleción de glucógeno reducida + ejercicio a una pierna (PD+EJ), y reposo + ejercicio a una pierna (R+EJ). Durante las 4 horas finales en las cuales se indicó la realización de ejercicio o reposo, se dio a los participantes en dos ocasiones una bebida que aportó 1.5 g/kg de glucosa, es decir ~104 g por toma. En este estudio se observó una disminución significativa del glucógeno muscular tanto en la pierna ejercitada como en la pierna que permaneció en reposo en el grupo PD+EJ tras las primeras dos horas de ejercicio, viéndose un ligero incremento en la pierna ejercitada tras las segundas dos horas de ejercicio, pero sin incrementos en la pierna que permaneció en reposo. En el grupo GD+EJ, se observó una muy baja resíntesis de glucógeno en ambas piernas tras cuatro horas de ejercicio, sin presentar diferencias significativas entre ambas a las dos y a las cuatro horas de ejercicio. Sin embargo, tanto el grupo PD+EJ como GD+EJ, se observaron menores concentraciones de glucógeno a las 2 y a las 4 horas de ejercicio en comparación con los grupos que permanecieron en reposo (PD+R y GD+R, respectivamente). En el grupo R+EJ no se observó una disminución en las concentraciones de glucógeno a las 2 h pero si a las 4 h de ejercicio. Estos resultados parecen indicar que el grado de depleción previo influye en la capacidad de resíntesis de glucógeno durante el ejercicio. Además, también podemos extraer que la realización de ejercicio dificulta la resíntesis de glucógeno en comparación con un grupo en reposo, incluso en el músculo no ejercitado, pudiendo indicar que no solo influyen parámetros propios del músculo en la síntesis de glucógeno, sino factores sistémicos, como factores hormonales. Otro dato interesante en este estudio es que en el grupo R+EJ, el glucógeno muscular disminuyó tanto en la pierna ejercitada como en la no ejercitada. Por otro lado, no se incluyó un grupo control que no haga ingesta de CHO durante el ejercicio, el cual pudo haber servido para determinar si durante la realización del ejercicio sin una previa depleción de glucógeno (grupo R+EJ), el consumo de CHO produce un efecto de ahorro de glucógeno muscular. Es importante tener en cuenta que el consumo de oxígeno máximo de los participantes de este estudio fue de 59.3 ml/kg/min (media), que es menor que en otros estudios como se comentará a continuación.

Por últimos, analizamos dos estudios llevados a cabo por el mismo grupo de investigación, uno realizado en 1987 (7) y el otro en 1989 (8). El primer ensayo se realizó cruzado y aleatorizado, donde los sujetos de estudio fueron siete ciclistas entrenados, con un VO2max de 69 ml/kg/min. En el mismo, se estudió la realización de un ejercicio de depleción de glucógeno previo a 3 h de ejercicio al 40% Wmax (trial A) o 3 h de reposo (trial B). Durante este período de 3 h, se les dio una bebida con una solución de maltodextrina y fructosa al 25%, la cual aportó en promedio 491 g CHO totales durante el ejercicio, y 401 g CHO totales durante el período de reposo. Tras la realización del ejercicio se observó un incremento del glucógeno muscular de 63 mmol/kg D.M. en promedio, lo cual es equivalente a una resíntesis de 21 mmol/kg D.M/hora. Por otro lado, al permanecer durante el mismo período de tiempo en reposo (trial B), el glucógeno incrementó en 112 mmol/kg D.M, es decir, presentó una tasa de resíntesis de glucógeno de 37 mmol/kg D.M/h (~1.8 veces la tasa de resíntesis producida durante el ejercicio).

En el siguiente estudio (8) se llevó a cabo un protocolo similar, pero en personas físicamente activas que realizaban deportes como fútbol, tenis, hándbol, gimnasia o powerlifting. En este caso el período de intervención fue de 2.5 h en lugar de 3. Sin embargo, al igual que en el estudio anteriormente comentado, también se realizó un ejercicio de depleción de glucógeno seguido de ciclismo al 40% Wmax (grupo A) o reposo (grupo B). En el grupo A se realizó la infusión de 40 g de CHO durante la primera hora de ejercicio, y sumado a esto se consumieron carbohidratos por medio de bebidas deportivas, aportando un promedio total de 450 g de CHO durante las 2.5 horas de ejercicio, es decir 180 g por hora. Por otro lado, el grupo que permaneció en reposo consumió en promedio 471 g de CHO (~188 g por hora o ~1 g/kg/hora). Al finalizar el ejercicio se observó que las concentraciones de glucógeno muscular no fueron significativamente diferentes respecto al valor inicial en el grupo A, pero si incrementaron en el grupo B, que permaneció en reposo. Estos dos estudios parecen indicar que se pueden presentar diferencias entre personas entrenadas en deportes de resistencia con respecto a personas que realizan otro tipo de deportes.

Limitaciones

En el presente artículo se discutieron los estudios que evaluaron las concentraciones de glucógeno en dos momentos específicos, ya sea antes, durante y/o después del ejercicio. Debido a esto, la discusión llevada a cabo es sobre el hecho de que si se pueden incrementar las concentraciones de glucógeno durante el ejercicio (lo que conlleva la síntesis de glucógeno). Algo que escapa a la interpretación de los estudios aquí tratados es la posibilidad de que haya ocurrido la síntesis de glucógeno durante el ejercicio (en general o en alguna de las distintas subfracciones de glucógeno muscular específica), pero con mayor tasa de degradación, observando así menores concentraciones totales y dando por hecho que no ocurrió la síntesis de glucógeno.

Conclusiones

  • Para que se produzca un incremento en las concentraciones de glucógeno durante el ejercicio, la tasa de síntesis debe exceder la tasa de utilización de glucógeno, por lo tanto, parece necesario que el ejercicio no tenga una tasa de degradación de glucógeno tan alta para observar una síntesis neta. Debido a esto, el ejercicio debe ser de una baja intensidad, y aunque no está claro el límite superior, se pueden tener referencias de los estudios aquí presentados que son de un ~20% VO2max y de 40% Wmax.
  • Debido a que se ha visto que la tasa de síntesis de glucógeno post ejercicio es mayor al presentarse bajas concentraciones de glucógeno muscular (9), sumado a lo expuesto en el presente artículo, parece que el hecho de que se presenten bajas concentraciones de glucógeno muscular es un factor necesario para que se produzca la síntesis de glucógeno durante el ejercicio.
  • En particular, los artículos aquí presentados encontraron incrementos en las concentraciones de glucógeno cuando se alcanzaron concentraciones menores a ~150 mmol·kg·D.M.
  • La ingesta de CHO durante el ejercicio es necesaria para que este fenómeno se produzca, sin embargo, en los estudios analizados las cantidades ingeridas fueron muy elevadas, y habitualmente no se llega a cantidades tan altas en la práctica diaria.
  • En base a lo aquí expuesto, parece que las personas entrenadas en deportes de resistencia presentan adaptaciones que favorecen la capacidad de síntesis de glucógeno durante el ejercicio, a diferencia de personas con un menor estado de entrenamiento o que realizan otro tipo de deportes.

Autor

  • Carlos Hernández Martínz
    • Dietista-Nutricionista
    • Máster en Fisiología Integrativa
    • Estudiante de doctorado
    • ISAK Nivel 1

Referencias


Rendimiento deportivo y dietas bajas en carbohidratos o cetogénicas. Parte 1.

Desde la década de los 60, gracias al desarrollo de la técnica de la biopsia muscular hemos podido estudiar el glucógeno muscular en profundidad. Desde su cinética de utilización hasta el impacto de diferentes concentraciones sobre la capacidad para realizar ejercicio físico. A pesar de ser conocedores de dichos hallazgos, a finales de los años 80 comenzó a expandirse una corriente que aclamaba posibles beneficios adicionales sobre el rendimiento deportivo en deportes de resistencia tras aplicar dietas bajas en carbohidratos(CHO)-altas en grasa y cetogénicas. El argumento expuesto fue el siguiente: la reserva total de ácidos grasos es ilimitada (sabemos que es finita pero asumimos que es ilimitada porque no es posible depletar por completo dicho sustrato), por tanto, si se ve incrementada la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio, se podría reservar el glucógeno muscular para aquellos momentos de mayor intensidad. En linea con lo anterior, se había observado que las bajas en carbohidratos-altas en grasa mostraban regular al alza la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio respecto a condiciones de una ingesta habitual de CHO, lo que indicaba que estas dietas podrían convertirse en estrategias nutricionales superiores a las recomendaciones del momento. Durante los últimos 25 años se han realizado cientos de investigaciones con propósito de dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Es la dieta baja en carbohidratos o cetogénica una estrategia ergonutricional a recomendar en deportistas de resistencia? Sigue leyendo. Te lo explicamos.

Iremos paso a paso. Aportamos cuatro razones que objetivamente nos dan respuesta a la pregunta que hemos planteado.

  • De la bioenergética extraemos el siguiente concepto. La eficiencia energética de un sustrato. Se define esta como la energía que aporta por cada átomo de carbono en su estructura. Los cuerpos cetónicos aportan 5.4 adenosín trifosfato (ATP), la glucosa 5.2 ATP y los ácidos grasos 6.7 ATP. Por tanto, bajo el criterio de “eficiencia energética”, los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos son superiores a la glucosa. En cuestión de producción de ATP por átomos de carbono la glucosa no sale bien parada, dado que se trata de un hexosa (6 carbonos en su estructura), a diferencia de los ácidos grasos, los cuales muestran un amplio rango en cuestión de átomos de carbono en su estructura. Desde un número de carbonos inferior al de la glucosa, como es el caso del ácido butírico (4 carbonos), hasta incluso ácidos grasos con casi cuatro veces más carbonos que la glucosa, como el DHA, que posee 22. Para la glucosa este es un valor estático, sin embargo, el valor 6.7 ATP correspondiente a los ácidos grasos es una media que engloba todo el espectro de ácidos grasos existente en el cuerpo humano considerando su abundancia en el mismo.
  • Desde lo puramente bioquímico y con gran importancia en el metabolismo energético, la resíntesis de ATP nos aporta información acerca de cuáles son los sustratos energéticos que producen ATP con mayor rapidez. Gracias al trabajo de Sahlin en el año 1998 conocemos una aproximación de la cantidad de ATP que las principales rutas de obtención de energía regeneran en el músculo esquelético, así como los sustratos energéticos. En el citosol de la célula, la glucólisis nos ofrece tasas de resíntesis de ATP de 1.3 mmol; mientras que dentro de la mitocondria, gracias a la respiración mitocondrial, los CHO ofrecen tasas de 0.7 mmol y los ácidos grasos 0.3 mmol. Para concluir, mencionar que los cuerpos cetónicos ofrecen tasas de 0.4 mmol. Por tanto, si integramos este concepto dentro del marco del ejercicio físico, en concreto a intensidades máximas e incluso submáximas donde la demanda energética es muy elevada, y por consiguiente, la producción total de ATP será muy alta, la vía de producción de energía que permite una mayor obtención por unidad de tiempo será la de uso preferente. Los números son los números. Así después, en términos de regeneración de ATP, la glucosa es superior a los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos.
  • El oxígeno (O2), que es fundamental para los seres vivos, participa en decenas de procesos bioquímicos. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por August Krogh en la década de 1920 conocemos qué cantidad de oxígeno se requiere para la oxidación de los sustratos energéticos. Si echamos mano de la estequiometría de las reacciones observamos lo siguiente: a partir de una molécula de glucosa se producen 37 ATP, al tiempo que a partir de un ácido graso (se toma como referencia el ácido palmítico) se obtienen 134 ATP (este número varía ligeramente en función de la longitud del ácido graso). A pesar de esto, la producción absoluta es indiferente durante el ejercicio. La disponibilidad de O2 es limitada, por lo que debemos poner el foco en el requerimiento de O2 para oxidar cada una de estas biomoléculas. Para la producción de 37 ATP a partir de la glucosa se utilizan 6 O2, mientras que para producir 134 ATP a partir de los ácidos grasos se utilizan 23 O2. Las relaciones son las siguientes: 6.16 ATP por O2 utilizado en el caso de la glucosa, y 5.82 ATP por O2 utilizado en el caso de los ácidos grasos. O en otras palabras, la utilización de los ácidos graso como fuente de energía requieren un 5.5% de O2 más. Por si esto no fuera suficiente, el trabajo de Leverve y colaboradores en 2007 nos mostró que la oxidación de los CHO producía mayor cantidad de poder reductor (NADH) que la B-oxidación de los ácidos grasos, confirmando que la producción de ATP por unidad de O2 consumido en la cadena de transporte de electrones es mayor. De igual forma que en el punto 2, los números son los números. La glucosa produce más ATP por cada O2 utilizado, y por tanto, para producir la misma cantidad de energía, la B-oxidación requerirá más O2.
  • Si echamos mano libros que profundicen en la bioquímica del ejercicio, en la gran mayoría de ellos apreciaremos que se hace mención a como la utilización de los sustratos energéticos varía en función de la intensidad del ejercicio. Mención especial al concepto de “crossover point” que introdujo el archiconocido investigador George Brooks y del cual hablaremos en próximas publicaciones. Sin embargo, el campo de investigación principal de este investigador es el lactato, del cual vamos a hablar en este cuarto apartado. En 1997, Coyle y colaboradores observaron que la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio está estrechamente regulada por la disponibilidad de CHOs. Pocos años después, Van Loon y colaboradores realizaron un interesante estudio del cual extraemos la siguiente figura. Podemos observar que a medida que incrementa la intensidad del ejercicio incrementa la utilización de los CHO como fuente de energía y disminuye la utilización de ácidos grasos.

Figura 1. Gasto energético y selección de los sustratos energéticos a diferentes intensidades (% Wmax) (extraída de Van Loon y colaboradores en 2001).

Fue en 2003 cuando el prestigioso investigador y nutricionista Asker Jeukendrup, junto a Achten, observó una relación inversa entre el lactato en sangre y la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio. A mayor concentración de lactato, menor oxidación. Esto parece explicarse de la siguiente forma: los ácidos grasos son transportados al interior de la mitocondria gracias al transportador CPT-1, sin embargo, la actividad de este se reduce considerablemente cuando el flujo glucolítico es muy alto (se produce un incremento en la concentración de malonil-coA), es decir, cuando la intensidad del ejercicio es elevada y la demanda de ATP es máxima.

Tras lo expuesto en este apartado 4, concluimos que dicha regulación metabólica nos conduce a una mayor utilización de los CHO como fuente de energía cuando la intensidad del ejercicio es máxima o submáxima.

 

PUNTOS CLAVE

  • La eficiencia energética es mayor para los cuerpos cétonicos y los ácidos grasos que para la glucosa.
  • La glucosa presenta tasas de regeneración de ATP superiores a los ácidos grasos.
  • La glucosa produce más ATP por cada O2 que los ácidos grasos.
  • La aplicación de dietas bajas en CHO-altas en grasa las cuales han demostrado reducir las reservas musculares de glucógeno frente a las dietas habituales (contenido en CHO moderado-alto) podrían limitar el tiempo que los deportistas realizan ejercicio así como acelerar la aparición de la fatiga.

 

Referencias


El TEMPO trial

¿Es relevante la velocidad a la que se pierde peso? El objetivo principal de cualquier programa de pérdida de peso debe ser preservar la máxima cantidad de masa libre de grasa (FFM) en el proceso de pérdida de masa grasa (FM), lo que se logra induciendo un déficit energético. Muchas variables como la ingesta de proteínas, el ejercicio o la composición corporal previa pueden influir en esto. ¿Es el ratio de pérdida de peso una de ellas? En este estudio, 101 mujeres posmenopáusicas obesas participaron en un ensayo clínico aleatorizado de 12 meses de duración para ser expuestas a una restricción energética severa (SER) o a una restricción energética moderada (MER). Los cambios en la composición corporal se tomaron tanto al inicio como al final de la intervención. ¿Quieres saber qué pasó? Sigue leyendo.

Si has leído el primer párrafo probablemente hayas pensado que 'mujeres posmenopáusicas obesas' no son exactamente una población de la que podamos extrapolar hallazgos a la población general. Sin embargo, hay muy pocas intervenciones en la literatura que han estudiado la restricción energética severa a corto plazo en los cambios de composición corporal, y esta es una de ellas. Entraremos en los detalles en un segundo, pero primero, veamos cuáles fueron los hallazgos más relevantes de este estudio: Parece que el protocolo de restricción energética severa fue más efectivo para reducir el peso corporal que el moderado. Sólo se observaron pequeños detrimentos en biomarcadores específicos en el grupo SER. 

El grupo MER siguió un déficit de energía del 25% al 35% en relación con su gasto energético estimado de forma continua durante 12 meses, mientras que el grupo SER pasó 4 meses con un déficit del 65% al 75% y luego pasó a la misma intervención que el grupo MER seguía durante los 8 meses restantes. Es importante señalar que el grupo SER recibió batidos de reemplazo de comida para alcanzar un déficit tan restrictivo (alrededor de 800 Kcals por día). Aunque esto puede hacer sonar la campana de algunos posibles conflictos de intereses, la razón para ello era prevenir las carencias de micronutrientes en el curso de la intervención. También sabemos que la proteína no era tan alta como algunos críticos de este estudio quisieran (1g/kg de peso corporal). Sin embargo, esto se hizo principalmente por una razón: La ingesta de proteínas debe ser igual entre las intervenciones para evitar una ventaja con respecto a la retención de FFM o la supresión del apetito de un grupo sobre otro, por lo que la cantidad más alta factible (no óptima) para lograr esto se estableció como 1g/kg de peso corporal. Teniendo en cuenta que una dieta tenía una severísima restricción de energía, esta cantidad de proteína no está tan mal. Además, la actividad física se fomentó y recomendó, aunque no se supervisaba ni se especificaba.

En la Figura 1. Podemos ver los cambios de peso que experimentaron los sujetos durante el curso del ensayo de TEMPO. Algunos aspectos llaman nuestra atención: Está claro que la SER perdió más peso y lo hizo de forma más pronunciada, sin embargo, a los 6 meses se puede observar un sospechoso cese de las pérdidas con un ligero aumento del peso corporal hacia el final de la intervención. Estos son signos potenciales de adaptación metabólica a la pérdida de peso. Además, se observó una variabilidad en la respuesta a la intervención, ya que el gráfico de la derecha muestra que los participantes perdieron cantidades importantes de peso al final del ensayo mientras que otros terminaron ganando.

En cuanto a la adherencia de los participantes, se observa una mayor tasa de abandono en el grupo de MER en comparación con el grupo de SER (12 a 4). Se podría argumentar entonces que las mayores pérdidas de peso tempranas pueden haber impulsado el cumplimiento del protocolo por parte de los participantes.

¿Qué hay de los cambios en la composición corporal y otros biomarcadores? El grupo SER perdió en promedio casi el doble de masa magra que el MER, el doble de masa grasa corporal y el doble de la relación cintura-cadera, que es un gran indicador clínico de la distribución de la grasa visceral. La densidad mineral ósea (DMO) se redujo especialmente en el grupo SER, e incluso algunos sujetos presentaron signos de osteopenia al final de la intervención.

¿Cómo podemos traducir estos hallazgos a los atletas? Este fue en general un estudio muy bien realizado. Sin embargo, ciertos aspectos relacionados con la fiabilidad externa requieren algo de discusión. Los sujetos de este estudio tenían altos niveles de grasa corporal antes de la intervención, lo que permite mayores pérdidas semanales sin arriesgar la pérdida de FFM. Los atletas generalmente querrían mantener una composición corporal magra en el transcurso de una temporada, por lo que estos enfoques drásticos pueden no ser adecuados para todos. No podemos realmente decir si los niveles previos de calcio y vitamina D fueron adecuados en esta muestra, ya que la obesidad está relacionada con la deficiencia crónica de vitamina D y la transición a la menopausia aumenta el riesgo de osteoporosis. La aleatorización de los participantes facilita que las covariables desconocidas que podrían alterar el resultado se distribuyan de forma similar entre grupos, pero esta muestra específica está expuesta a algunos factores que predisponen a la pérdida de la DMO que un atleta no suele tener. Por último, en la práctica deportiva rara vez se aplica un protocolo de restricción energética severa de cuatro meses, por razones de conveniencia. Sin embargo, este estudio puede abrir la puerta a déficits calóricos más cortos y pronunciados en situaciones específicas.

Puntos clave

  • La restricción energética severa resulta en mayores pérdidas a corto plazo.
  • Una restricción energética severa puede mejorar la adherencia inicial al protocolo nutricional.
  • La restricción energética moderada parece adecuada para prevenir las pérdidas de masa corporal magra.
  • Los atletas son diferentes a los sujetos con sobrepeso, por lo que estos resultados deben ser interpretados con cautela.

Referencias


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