¿Es relevante la velocidad a la que se pierde peso? El objetivo principal de cualquier programa de pérdida de peso debe ser preservar la máxima cantidad de masa libre de grasa (FFM) en el proceso de pérdida de masa grasa (FM), lo que se logra induciendo un déficit energético. Muchas variables como la ingesta de proteínas, el ejercicio o la composición corporal previa pueden influir en esto. ¿Es el ratio de pérdida de peso una de ellas? En este estudio, 101 mujeres posmenopáusicas obesas participaron en un ensayo clínico aleatorizado de 12 meses de duración para ser expuestas a una restricción energética severa (SER) o a una restricción energética moderada (MER). Los cambios en la composición corporal se tomaron tanto al inicio como al final de la intervención. ¿Quieres saber qué pasó? Sigue leyendo.

Si has leído el primer párrafo probablemente hayas pensado que ‘mujeres posmenopáusicas obesas’ no son exactamente una población de la que podamos extrapolar hallazgos a la población general. Sin embargo, hay muy pocas intervenciones en la literatura que han estudiado la restricción energética severa a corto plazo en los cambios de composición corporal, y esta es una de ellas. Entraremos en los detalles en un segundo, pero primero, veamos cuáles fueron los hallazgos más relevantes de este estudio: Parece que el protocolo de restricción energética severa fue más efectivo para reducir el peso corporal que el moderado. Sólo se observaron pequeños detrimentos en biomarcadores específicos en el grupo SER. 

El grupo MER siguió un déficit de energía del 25% al 35% en relación con su gasto energético estimado de forma continua durante 12 meses, mientras que el grupo SER pasó 4 meses con un déficit del 65% al 75% y luego pasó a la misma intervención que el grupo MER seguía durante los 8 meses restantes. Es importante señalar que el grupo SER recibió batidos de reemplazo de comida para alcanzar un déficit tan restrictivo (alrededor de 800 Kcals por día). Aunque esto puede hacer sonar la campana de algunos posibles conflictos de intereses, la razón para ello era prevenir las carencias de micronutrientes en el curso de la intervención. También sabemos que la proteína no era tan alta como algunos críticos de este estudio quisieran (1g/kg de peso corporal). Sin embargo, esto se hizo principalmente por una razón: La ingesta de proteínas debe ser igual entre las intervenciones para evitar una ventaja con respecto a la retención de FFM o la supresión del apetito de un grupo sobre otro, por lo que la cantidad más alta factible (no óptima) para lograr esto se estableció como 1g/kg de peso corporal. Teniendo en cuenta que una dieta tenía una severísima restricción de energía, esta cantidad de proteína no está tan mal. Además, la actividad física se fomentó y recomendó, aunque no se supervisaba ni se especificaba.

En la Figura 1. Podemos ver los cambios de peso que experimentaron los sujetos durante el curso del ensayo de TEMPO. Algunos aspectos llaman nuestra atención: Está claro que la SER perdió más peso y lo hizo de forma más pronunciada, sin embargo, a los 6 meses se puede observar un sospechoso cese de las pérdidas con un ligero aumento del peso corporal hacia el final de la intervención. Estos son signos potenciales de adaptación metabólica a la pérdida de peso. Además, se observó una variabilidad en la respuesta a la intervención, ya que el gráfico de la derecha muestra que los participantes perdieron cantidades importantes de peso al final del ensayo mientras que otros terminaron ganando.

En cuanto a la adherencia de los participantes, se observa una mayor tasa de abandono en el grupo de MER en comparación con el grupo de SER (12 a 4). Se podría argumentar entonces que las mayores pérdidas de peso tempranas pueden haber impulsado el cumplimiento del protocolo por parte de los participantes.

¿Qué hay de los cambios en la composición corporal y otros biomarcadores? El grupo SER perdió en promedio casi el doble de masa magra que el MER, el doble de masa grasa corporal y el doble de la relación cintura-cadera, que es un gran indicador clínico de la distribución de la grasa visceral. La densidad mineral ósea (DMO) se redujo especialmente en el grupo SER, e incluso algunos sujetos presentaron signos de osteopenia al final de la intervención.

¿Cómo podemos traducir estos hallazgos a los atletas? Este fue en general un estudio muy bien realizado. Sin embargo, ciertos aspectos relacionados con la fiabilidad externa requieren algo de discusión. Los sujetos de este estudio tenían altos niveles de grasa corporal antes de la intervención, lo que permite mayores pérdidas semanales sin arriesgar la pérdida de FFM. Los atletas generalmente querrían mantener una composición corporal magra en el transcurso de una temporada, por lo que estos enfoques drásticos pueden no ser adecuados para todos. No podemos realmente decir si los niveles previos de calcio y vitamina D fueron adecuados en esta muestra, ya que la obesidad está relacionada con la deficiencia crónica de vitamina D y la transición a la menopausia aumenta el riesgo de osteoporosis. La aleatorización de los participantes facilita que las covariables desconocidas que podrían alterar el resultado se distribuyan de forma similar entre grupos, pero esta muestra específica está expuesta a algunos factores que predisponen a la pérdida de la DMO que un atleta no suele tener. Por último, en la práctica deportiva rara vez se aplica un protocolo de restricción energética severa de cuatro meses, por razones de conveniencia. Sin embargo, este estudio puede abrir la puerta a déficits calóricos más cortos y pronunciados en situaciones específicas.

Puntos clave

  • La restricción energética severa resulta en mayores pérdidas a corto plazo.
  • Una restricción energética severa puede mejorar la adherencia inicial al protocolo nutricional.
  • La restricción energética moderada parece adecuada para prevenir las pérdidas de masa corporal magra.
  • Los atletas son diferentes a los sujetos con sobrepeso, por lo que estos resultados deben ser interpretados con cautela.

Referencias