Contextualizando el ‘hype’ de la ventana de alimentación
Puesto que, aparentemente, esto de la nutrición va sobre la última tendencia, seguro que has oído hablar de personas que se ‘saltan’ voluntariamente las comidas y restringen su «ventana de alimentación» para perder peso. Aunque en teoría parece razonable pensar que limitar el número de veces que se come al día hará que se ingieran menos calorías, siempre debemos ser escépticos y esperar a que las pruebas basadas en evidencia confirmen las especulaciones. Resulta que esta estrategia podría no sólo no ser óptima, sino que ni siquiera sería necesaria para perder peso. Hoy echaremos un vistazo a uno de los últimos ensayos controlados aleatorizados sobre el tema, que aborda la cuestión: ¿Cuál es el efecto de la alimentación restringida en el tiempo (ayuno intermitente) sobre la pérdida de peso?
El estudio TREAT fue un ensayo controlado aleatorizado que examinó los efectos de la alimentación restringida en el tiempo (TRE; una forma de ayuno) sobre la pérdida de peso en sujetos con sobrepeso. La publicación de este estudio fue relevante dentro de la comunidad científica, porque la mayor parte de la investigación sobre TRE proviene de ensayos con un solo brazo de intervención, investigación mecanicista en modelos animales y revisiones narrativas que exageran este protocolo hasta el punto de afirmar su superioridad sobre las estrategias convencionales de pérdida de peso continua.
105 participantes completaron un protocolo de 12 semanas en el que o bien comían 3 comidas al día (CMT) de forma convencional (desayuno – comida – cena) o se saltaban el desayuno y comían sólo 2 comidas de 12:00 a 20:00 (TRE). La intervención en sí era de naturaleza conductual, es decir, no se proporcionaban a los participantes los valores de macronutrientes ni de calorías (ad-libitum), sino sólo los horarios en los que podían ingerir alimentos. La mayoría de las veces, así es como se promulga la realización del ayuno intermitente, y como tal, debe ser explorado en un ensayo de la misma manera. Los valores de masa corporal se tomaron en una báscula conectada a los investigadores vía Bluetooth para evitar sesgos de reporte. También se tomaron otros biomarcadores de interés (glucosa, insulina…) y mediciones de la composición corporal (masa grasa, masa libre de grasa…) en un subgrupo de la cohorte del studio.
¿Cuál fue el resultado al final de la intervención? Ambos grupos perdieron poco peso, sin observarse diferencias estadísticamente significativas entre los grupos CMT y TRE. Además, el grupo TRE presentó pérdidas de masa corporal magra (LBM), pero éstas no fueron significativas cuando se compararon con las pérdidas del grupo CMT. Vamos a intentar tener una visión más holística de lo que ocurrió: La adherencia a las intervenciones dietéticas y conductuales es clave para garantizar una comparativa sólida entre las mismas. La Figura 1 que aparece a continuación ilustra, aunque no de forma muy clara, cómo evolucionó esta variable a lo largo del estudio. La adherencia autodeclarada del grupo CMT fue del 92,1% (no se saltó ninguna comida) frente al 83,5% (comió sólo durante la ventana especificada) en el grupo TRE. Podríamos plantear la hipótesis de que, dado que el grupo TRE se adhirió ligeramente menos a la intervención, el déficit calórico inducido de forma natural por la restricción de la ventana de alimentación en este grupo tendío a acercar los resultados hacia la nula., produciendo así el resultado observado. Sin embargo, esos valores de adherencia para una intervención ‘free-living’ son bastante buenos si se comparan con lo que se suele ver en otros ensayos del estilo, por lo que creo que no deberíamos criticar fuertemente este aspecto del ensayo.
Figure 1. Reporte de la adherencia diaria (Lowe et al. 2020)
Las figuras más compartidas de este estudio son las Figuras 2 y 3, que representan el % de cambio de peso en cada brazo de intervención. Al observar el gráfico, uno podría verse tentado a concluir que los cambios de peso individuales son heterogéneos, ya que algunos sujetos pierden peso mientras que otros lo ganan, y que lo que funcionó para algunos, podría no funcionar para todos. La verdad es que los ensayos controlados aleatorizados tienen la capacidad de comparar la superioridad o no inferioridad de diferentes intervenciones, pero no pueden evaluar de forma fiable las respuestas individuales al tratamiento. Por lo tanto, lo que debe compararse son los valores medios de los grupos, que en este caso no muestran diferencias estadísticamente significativas entre ellos.
Figure 2 y 3. Porcentaje de cambio de peso corporal. (Lowe et al. 2020)
Hay poco que discutir sobre los desenlaces secundarios, ya que las diferencias fueron bastante pequeñas para la mayoría de los biomarcadores en el subgrupo de la cohorte, con la excepción de algunas variables de composición corporal como la LBM, que se redujo notablemente en el grupo TRE pero no alcanzó significación estadística cuando se comparó con el grupo CMT. Lo más curioso es que el cambio en el agua corporal total no explicó todas las pérdidas de LBM, por lo que es muy probable que se produjeran pérdidas en el tejido real durante la intervención de 12 semanas. La masa magra apendicular (ALM) es también una medida relevante de la fuerza muscular esquelética de las extremidades inferiores, que se redujo significativamente en el grupo TRE y en comparación con el grupo CMT. Dada la importancia del mantenimiento de la masa magra y la fuerza durante una fase de pérdida de peso, aunque los resultados no son extremadamente claros, es difícil apostar por la TRE como la mejor opción para la pérdida de grasa.
¿Cuáles son las implicaciones de todo esto para población deportista? Ya hemos aclarado en un par de ocasiones que los resultados de la mayoría de los estudios sobre pérdida de peso no son directamente aplicables a los atletas, ya que la muestra del estudio difiere de ellos en muchos aspectos relevantes. En este caso, no tenemos información sobre la actividad física diaria o la ingesta de macronutrientes (que es relevante para el rendimiento deportivo) en los pacientes del estudio. Si un atleta se adhiriera de forma consistente a un protocolo de TRE para la pérdida de peso, habría que sopesar el riesgo de pérdida de LBM, y prestar algo más de atención al cumplimiento de los objetivos energéticos, de proteínas y carbohidratos en su plan nutricional.
PUNTOS CLAVE
- La alimentación restringida en el tiempo, también conocida como ayuno intermitente, y un patrón de alimentación continua, como intervención conductual, son igualmente eficaces para controlar el peso corporal.
- La alimentación restringida en el tiempo podría aumentar el riesgo de pérdida de masa corporal magra (masa muscular) en condiciones de restricción energética.
- No hay ventaja aparente de la alimentación restringida en el tiempo sobre las comidas continuas en algunos de los marcadores de función metabólica más comunes
- La alimentación restringida en el tiempo no parece ser un patrón óptimo de distribución de las comidas para los deportistas cuyo objetivo es mejorar la composición corporal por diversas razones
Referencias
Autor
Mario García Martínez-Gómez
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- Graduado en Nutrición Humana y Dietética